Las secuoyas de la Sagra

Plantadas por el marqués de Corvera hace 130 años en su finca La Losa, son las más antiguas de España. Considerado el árbol más grande del mundo, su corteza es tan gruesa y robusta que las protege de los incendios. La Losa se recortan en el cielo las secuoyas más antiguas de España. Adquiridas por el marqués de Corvera en Yosemite Park, hace 130 años, las plantó en esa finca de su propiedad, junto al curso de Fuente Montilla -donde los lugareños sostienen que nace el Guadalquivir- y unas tierras de cultivo, lugar idóneo de no haberlas situado tan próximas, circunstancia que les impide crecer y desarrollar sus ramas, lo que ha obligado a talar cinco de ellas. A pesar de todo han alcanzado treinta metros de altura. Altivas y misteriosas, como estilizadas catedrales, su tronco rojizo y su apretado follaje sobresalen muy por encima del arbolado autóctono.  La secuoya es el mayor de los árboles conocidos. Precisa de gran cantidad de agua y humedad, no soporta la sequía y crece lentamente (sólo los árboles bastardos se desarrollan con rapidez). Pueden elevarse más de cien metros, tiene un diámetro de ocho y una edad media de tres mil años. Algunas secuoyas originarias de California se han convertido en los árboles más grandes de nuestra geografía nacional, como la que se alza en los jardines de La Granja (Segovia), que luce 18 metros de perímetro y 43 de altura, la mitad de la famosa secuoya del general Sherman (bosque Redwood, California) que sobrepasa los 80 metros de altura y 31 de circunferencia: en este bosque se encuentra el ejemplar más alto: 106 metros.  Su corteza es tan gruesa y robusta que las protege de los incendios. De madera rojiza y estriada, apetece sentarse bajo la sombra protectora de estas secuoyas monumentales oyendo el rumor de Fuente Montilla que humedece sus raíces, entre rosales silvestes, zarzas y acebuches que, en algunos tramos, forman el bosque de ribera, en este vedado de pesca idílico, tumbado sobre las hojas ocres del otoño.